jueves, 9 de abril de 2015

Demagogia desde el desconocimiento

Y llegó el mes de febrero, y se acabó una temporada más, o menos, según como se mire, y los galgueros ya guardan las traíllas después de engrasarlas bien para pasar los duros meses de primavera y verano, porque para un galguero la época más ardua del año no es otra que la que no puede salir al campo con sus galgos en busca de una liebre. Los perros ya descansan en sus corrales, comen, duermen y toman el sol, en definitiva, descansan tras una temporada llena de quiebros, regates y carreras por derecho hasta llegar al perdedero. Mientras duermen al sol sueñan con esas carreras que están por venir, con momentos por vivir junto a sus dueños, pero hasta que la nueva temporada comience los galgueros tendremos de oír barbaridades, frases sinsentido y demagógicas realizadas desde el más profundo desconocimiento de un mundo apasionante y humano, sobre todo, humano.
Como cada mes de febrero, los grupos animalistas vuelven con sus ataques desaforados hacia un colectivo de miles de personas a las que desconocen, porque nunca, repito nunca, se han interesado en conocernos, en vivir con nosotros una jornada en el campo. Vuelven a achacarnos que matamos a 50.000 galgos cada año, pero no aportan las pruebas suficientes para demostrar que esta cifra es real. Eso sí, desacreditan a la Guardia Civil y al Seprona, porque los datos oficiales les desmienten. Incluso llegan a desacreditar a organismos como la Fundación Affinity, porque sus conclusiones les dejan en entredicho.
A partir de febrero no es raro encontrar en los medios de comunicación declaraciones de los animalistas en los que describen una vida deleznable de nuestros galgos. Por enésima vez vuelven a decir que los perros viven en zulos insalubres, sin luz durante las 24 horas del día o que los galgueros nos dedicamos a darles poca comida y agua para que después rindan mejor en la caza, pero el culmen de los disparates consiste en decir que arrastramos a nuestros galgos con algún vehículo de motor. Pero todas estas sinrazones tienen eco en los medios de comunicación generalistas, cuyos periodistas no profundizan en conocernos. Nosotros, miles de personas de la España rural, no vendemos tanto como un puñado de animalistas que convierten a los galgos en simples perros de compañía, aunque nosotros sabemos que son algo más que eso. La profesión periodística no pasa por un buen momento. Con plantillas escasas debido a la crisis económica, el periodista no tiene tiempo para contrastar muchas informaciones que le llegan y una mala práctica profesional lleva a la aparición de informaciones sin contrastar y contaminadas por la visión sesgada de los animalistas.
Pero volvamos a los pseudodefensores de los galgos. Si analizamos donde se encuentran las principales asociaciones animalistas que centran su trabajo en los galgos nos podemos llevar una sorpresa. La mayoría actúan desde ciudades y provincias donde la caza con galgo nunca fue practicada. En sus páginas web aparecen localizaciones como Sant Feliu de Guixols, Esplugues de Llobregat, Barcelona o el País Vasco y desde allí pontifican acerca de un mundo que desconocen, porque nunca convivieron con nuestra realidad. Estos grupúsculos profileran con un puñado de miembros. Son pocos y mal avenidos, porque en la misma provincia existen varias asociaciones con el mismo fin, un disparate y un derroche, si tenemos en cuenta que algunas reciben subvenciones públicas, es decir, dinero de cada uno de nosotros, en un momento en el que personalmente creo que ese dinero debe ir destinado a las familias que pasan por un momento económico complicado. En la segunda mitad del siglo XX surgió el movimiento ecologista y animalista en las grandes ciudades, precisamente donde el ser humano más alejado está de la naturaleza y donde menos somos conscientes de los perjuicios que nuestro día a día generado al entorno. Curiosamente también en las grandes ciudades es donde están radicados estos grupos animalistas. ¡Qué casualidad!
Pero vamos más allá, porque pontifican con mejorar la vida de los galgos, pero después vemos algunos galgos adoptados con collares eléctricos, es decir, que reciben descargas en el cuello cada vez que no hacen caso a sus dueños o que ladran. ¿No es eso maltrato? También vemos lebreles ya veteranos que fueron 'rescatados' con su cuerpo deformado por su vida sedentaria en un piso de 90 metros cuadrados ¿No es eso maltrato? Para nosotros, los galgueros, ese es el mayor de los maltratos porque desvían al galgo de su instinto para la caza y correr en grandes extensiones abiertas, que es para lo que se seleccionaron desde el principio de la humanidad, no desde hace una décadas, como estos animalistas piensan.
En definitiva, aconsejo a estos animalistas que abandonen la demagogia en la que están instalados y se informen bien para poder hablar con propiedad de una realidad en la que están involucradas miles de personas. Los galgueros no tenemos ningún problema en mostrar nuestra afición a quien lo desee. Y por último, por unos desalmados que maltratan a los galgos y que generalmente se dedican al robo de perros, no generalicen en un colectivo en el que hay desde niños pequeños hasta ancianos, que no tienen que pagar por los hechos de unos delincuentes que deben ser castigados con las leyes vigentes. Ahí, que no lo duden, los galgueros siempre estaremos junto al cumplimiento escrupuloso de la ley de maltrato animal.

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