lunes, 6 de junio de 2016

Avergonzado y decepcionado

No quería escribir esta noche. Estoy demasiado caliente aún, después de haber hecho más de 500 kilómetros para aportar mi granito de arena en defensa de la pesca, la caza y lo rural. Fui con dos amigos desde Albacete a la manifestación que se celebró hoy, 5 de junio, por las calles del centro de Madrid. Según íbamos en coche hacia la capital de España, adelantábamos autobuses repletos de integrantes de sociedades de pescadores, cazadores y rehaleros. Augurábamos una manifestación multitudinaria, en la que los galgueros españoles tendríamos nuestra representación, también multitudinaria.
Al llegar a Madrid, el Ayuntamiento no dejaba pasar de Atocha, a un par de kilómetros todavía de la plaza de Colón, desde donde partía la manifestación. Fuimos a pie hasta allí, mezclados con cientos de pescadores, pero de galgueros ni rastro. Eso sí, vimos un galgo ¿rescatado? artrítico perdido y con la mirada perdida, sin esperanza de volver a poder libre tras una liebre, pero con un bonito piso a kilómetros de la naturaleza. Arribamos a Colón y empezamos a buscar a los galgueros. Pescadores con sus cañas y vestimentas coloridas -alguno hasta vestido de romano-, rehaleros con sus caracolas, cazadores con camisetas de sus respectivas sociedades locales, cetreros, silvestristas detrás de una inmensa pancarta, pero ni rastro de los galgueros. Por fin, al final de la manifestación, tres pancartas medianas de la Federación Andaluza de Galgos, de la Federación de Castilla-La Mancha de Galgos y del Club Nacional del Galgo Español. Ni más ni menos. Detrás de ellas ¿200 galgueros? No me lo puedo creer. Sólo 200 galgueros de un colectivo de cientos de miles de practicantes de una de las cazas más antiguas de la humanidad. Mi indignación crecía según avanzaba la mañana, mientras saludaba a caras conocidas de nuestro mundillo. Menos de los mismos de siempre. ¿Dónde estaban los profesionales de nuestro sector a los que se les llena la boca de decir que defienden al sector galguero altruistamente? ¿Dónde estaban todos los presidentes de las territoriales galgueras en Madrid? ¿Dónde estaban los asambleístas de la FEG, verdaderos representantes del sector? ¿Dónde estaban los propietarios de la mayoría de los campeones de España? ¿Dónde estaban los criadores señeros de nuestra afición? Todavía me lo pregunto, pero horas después doy con la respuesta.
Ya en casa, en mi Facebook tengo a muchos galgueros y comienzo a ver a unos de alguna carrera de recta, a otros de romería, a otros con los amigos de fiesta, a otros de parrillada en el chalet... y me indigno aún más. Me enervo, porque considero que hay mucho postureo con los galgos, pero ningún interés si no hay dinero y/o notoriedad de por medio. Así de simple y así de rotundo.
Si nosotros mismos no nos preocupamos de nuestra afición o de nuestra pasión, nadie nos va a solucionar el problema cuando los animalistas ataquen al mundo del galgo. Han empezado por la pesca, pero nuestro colectivo está en la primera línea de fuego de los animalistas y podemos ser los siguientes, pero es más importante lucirnos en una romería o correr una triste carrera de recta, por ejemplo, que reivindicar nuestra afición en Madrid. ¡Cuánta ignorancia!
Algunos critican y se ríen de Abraham Corpa, el presidente de la Plataforma en Defensa de la Caza con Galgos, por movilizarse y luchar por su afición. Lo considero el primer activista galguero en la lucha contra los ataques de los animalistas. Quizá no sea el más apropiado para abanderar la defensa de nuestro colectivo, pero es el único, el primero, y muy pocos se suman a su lucha. ¿Por qué? El colectivo está más enfrascado en luchas políticas intestinas que en la amenaza que se nos viene encima: un ataque desaforado de los animalistas. Pero nosotros sigamos de romería o en decidir qué perro llevamos al provincial del próximo año. A lo mejor es el último.
Avergonzado y decepcionado, me voy a dormir, mientras me pregunto si merece la pena luchar por un colectivo de miles de personas que no quieren ver lo que se les avecina. Así nos va...

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