Vivimos unos tiempos convulsos con el desafío independentista de Cataluña. El panorama político nacional está pendiente de todo lo que acontece en la Comunidad Autónoma catalana y expertos en los más variados sectores españoles hacen cálculos sobre lo que supondría una secesión. Política, económica, social... y hasta deportivamente la independencia tendría unas consecuencias para el resto del país y para la propia Cataluña, en unos casos de forma positiva y en otros de forma negativa. En el caso de los galgos, el panorama cambiaría y bastante.
En el plano deportivo, las competiciones no sufrirían ninguna variación, ya que desde que desapareciera el último canódromo de España, el Meridiana, el 22 de febrero de 2006, Cataluña no ha tenido ninguna actividad deportiva galguera. Teniendo esto en cuenta, la única relación catalana con el mundo de los galgos es la lucha animalista contra nuestro deporte. Desde aquella región mediterránea, donde las carreras de galgos en campo nunca se han celebrado se lanzan continuamente campañas en contra de nuestro colectivo desde la demagogia y el desconocimiento más absoluto. De hecho, dos de las principales asociaciones de rescate de galgos tienen su sede en Cataluña: SOS Galgos en la localidad de Esplugues de Llobregat (Barcelona) y Galgos 112 en Sant Feliu de Guixols (Gerona). Pero ahí no queda la cosa, ya que uno de los líderes de Junts Pel Sí, el madrileño Raül Romeva -sí, han leído bien, nació en Madrid en 1971) pidió explicaciones al Gobierno de España por el maltrato de galgos en la Eurocámara, siendo parlamentario en Bruselas por Catalunya Verds en 2011. La secesión catalana desmontaría todo el tinglado que tienen estos animalistas contra el resto de España.
Con la independencia, estos colectivos y políticos desaparecerían de España. Esto no quiere decir que no tengamos que continuar con la lucha contra los casos de maltrato de galgos que cada vez, afortunadamente, son más minoritarios y se circunscriben a entornos marginales, pero la lucha no se haría desde cientos de kilómetros de distancia y el desconocimiento de lo que supone el mundo de los galgos. ¿Empezarían entonces su lucha contra tradiciones netamente catalanas como los bous al carrer? Creo que no, porque son demagogos e hipócritas.
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